lunes, 25 de febrero de 2008

de Emily Dickinson


Fiel al propósito enmendado
de la cláusula divina,
realmente lucrativa la oferta
y sin que se retire el corazón,


para conceder la vida
a aquel que se le ajuste y sea digno de portarla,
impondré la condición esencial:
Probársela a sí mismo.

E.D.
(traducción de Hernán Vargascarreño)