martes, 2 de junio de 2009

Mujer encinta






En mi tu peso joven, hijo mio.

Esta dicha de hacerte cada día.

Tu medida mordiendo mi costado.

Tu palabra en silencio todavía.

Tu corazón de luz en mi tiniebla.

Tus manos en mi carne dividida.

El color de tus ojos y tu pelo.

El aire de tu beso y tu sonrisa.


Como un árbol de sangre, de mi sangre,

toda esta nueva vida, de mi vida.


Pero, hijo mio ¿quién te escucha, quién

te espera? ¿Quién vela entre los hilos

del lunes que vendrá o entre el oscuro

rumor del marzo aún no nacido o entre

las espirales ciegas de los días

que aún andan bajo tierra?

¿Quién?


Están los hombres entre guerra y muerte.

Un viento de pistolas barre el mundo.

Hijo mío, te quiero, desde ya, desde el fondo,

brotando de mi carne hacia los hombres como un dios,

como una flor tan pura que no quiero

que tu piel se marchite, que tu risa

caiga a pedazos, que tu hueso vuele

convertido en ceniza, que tu sangre

se hunda en la piedra para siempre

¡No!


¡Me vestiré de puños hasta el alma!

¡Armaré las espadas de mi leche!

¡Afilaré mi grito hasta que corte!

¡Pondré mi vida paz junto a otras vidas paz!

¡Irán mis manos paz junto a otras manos paz!


¡Para que nazcas!

¡Para que tu caricia venga a darse!



JUAN GELMAN

de "Violín y otras cuestiones"


2 comentarios:

ojos de suri dijo...

Julia, gracias por este maravilloso poema de Gelman, tan cercano, tan real.
La fragilidad, el milagro de la nueva vida y la bravura de los padres de ¨vestirse de puños el alma¨,para defenderla, para soñar lo mejor del mundo para ese hijo.
Besotes gigantes a los tres, con todo el amor del mundo.

Nan dijo...

que bravura la de ser madre... un abrazo bajo la piel